¿Alguna vez usted imaginó a un presidente norteamericano marxista? Difícil tarea. Pero según el Dr. John C. Drew, quién conoció a Obama en una fiesta de navidad en 1980,  afirma en una entrevista hecha por The B-Cast Interwiew, en Breitbart.tv , que Obama era un marxista-leninista. Es probable, el espíritu rebelde instalada en un alma joven… es posible. Sin embargo, de ello, a día de hoy, ser catalogado como marxista parece, como dijo Joe Biden, de broma, pero no para todos. De hecho una parte del nuevo fenómeno en la política yankee, por supuesto que estamos hablando del Tea Party, cataloga al inquilino de la casa blanca, además de marxista,  como nazi, musulmán o racista contra los blancos. Este fenómeno, representados por el ala política republicana de los EEUU – o quiza vicerversa-,  ha jugado un rol importante en las pasadas elecciones del 2 de Noviembre. Con su ayuda el partido republicano ha ganado la Cámara de Representantes y ha complicado, algo más, el Senado demócrata.

Una mirada al Tea Party


Hoy, el mundo habla del Tea Party, quizá con juicios un poco exagerados. Este blog, por hoy, se va a subir al carro de moda. Empecemos, pues, diciendo que el movimiento se ha colgado de la controversia; de una postura derechista a pasado al rincón derecho de la derecha defendiendo inimaginables posiciones conservadoras (castidad, antiabortismo radical), rechazo a la foráneo (inmigración y muticulturalismo), homofobia (Christine O’Donnell, afirmó que los homosexuales crearon el sida), en fin, posiciones extremas que nos hacen creer que la sociedad norteamericana no conoce el concepto de empatía. Pero, no todo es bizarro en el Tea Party, bajo esa cara retrógrada e irreal, «los chicos Té»  proponen una política racional: Bajar del Olimpo, aunque quién sabe si a pedradas, al Estado; dotar al individuo, a la sociedad civil, de independencia; reducir la presencia de la Casa Blanca en temas de fiscalización; de esa forma cortar los tentáculos del Estado y la derivada burocracia; de esta forma,  y según ellos, recuperar los valores norteamericanos de antaño. Viéndolo desde ese punto de vista, no es algo tan malo, evidentemente aislando las barrabasadas previamente mencionadas.

¿Y ahora que viene?

Lo cierto es que a Barack Obama la situación se le esta poniendo cada día más difícil, del hombre que se esperaba iba a cambiar la historia estadounidense (ahí está el error) solo queda un numero de buenas intenciones y anécdotas. Quizá una de ellas la de haber aprobado una reforma que después habría de ser abolida. Con un legislativo, aparentemente, hostil, tendrá que moderar su posición sino es que tendrá que dar marcha atrás a muchas proyectos. Posiblemente no veamos la, tan añorada, reforma migratoria o podamos ser testigos del fin al embargo cubano.

Son situaciones que el tiempo pondrá en su sitio. Por el momento, y a modo de reflexión, no debemos calentar las cabezas con ideas apresuradas, este no es el fin de Obama, faltan dos años de gobierno; tampoco es la refundación de los EEUU; ni el partido republicano va a girar más a la derecha; mucho menos el sistema bipartidista será remplazado por una pugna triangular, no. Son cosas que pueden llegar a suceder, darlas por un casi hecho no es otra cosa más que irresponsabilidad.



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