Los deshabitados

El aleteo de las alas de una mariposa

se puede sentir al otro lado del mundo.

Así reza un proverbio chino y en cuyo enunciado se basa el Efecto Mariposa. En el marco de la Teoría del Caos, el Efecto Mariposa induce a creer que el más mínimo cambio en las condiciones iniciales de un sistema caótico puede alterar su linea evolutiva completamente.

Cuando Úrsula Iguarán, tenía que cargar con el peso de la desgraciada locura de su marido, recordaba el maldito día en el que el pirata Francis Drake asaltó Riohacha, haciendo huir a su bisabuela, tres siglos atrás, y desencadenando una serie de sucesos que acabarían en el lazo fraternal con José Arcadio Buendía, la fundación de Macondo y una serie de acontecimientos marcados por lo ilógico. Con mucha picardía, Gabriel Garcia Márquez, condiciona la existencia de Macondo. El efecto Mariposa en su esplendor.

Sin embargo, no todo es causa y efecto, y siguiendo en la linea literaria, bien podría ser la excepción un puñado de personajes que deambularon por el  imaginario de Marcelo Quiroga Santa Cruz, un grupo de personas deshabitadas. Los deshabitados, es la primera y única novela (completa) de Marcelo, una obra inspirada en acontecimientos, aparentemente, banales, dentro de una sociedad existencial.

Eduardo Naranjo. Abrazo de dos ausentes

La obra bien podría empezarse por el final, por el medio o  por donde sea. Con un mínimo esfuerzo las escenas y personajes vuelven a su realidad. Es una novela donde un argumento o  una trama clara, no existe. Apenas y es una narración de vidas separadas que, por compasión o naturaleza, convergen en un momento. Se dice que la gente igual se atrae, que los brillantes o cretinos, por una atracción invisible, se unen. Pues, en el contexto de Los deshabitados, estos también se atraen o quizá, más ella de esa suposición esotérica, solo responden a una condición natural. Quizá no se necesitan atraer, como un hecho extraordinario, por sus similitudes, sino más bien que están simplemente ahí; en su naturaleza de ser viviente que, guiada por su innata ambición e inconformidad, busca y no encuentra.

La novela refleja dos mundos diferentes: el del interior, de los pensamientos de los personajes y el de sus palabras y acciones exteriores; siendo el primer escenario el que más nos acerca a la realidad de cada uno de ellos. Acercándose, es cierto, pero sin llegar a desnudar del todo a cada ente que envuelve a la novela.

El libro es de un ritmo suave, casi lento. Los deshabitados no es lo más recomendable cuando acción es lo que se busca. Por momentos puede resultar cansino y monótono, pero jamás vacío. En los momentos donde Durcot (un escritor menor, frustrado y altamente pretencioso) y el Padre Justiniano (un párroco, mas cercano a la tierra que al cielo) , con sesgadas intenciones,  dialogan, la novela alcanza su punto máximo. En sus últimas páginas, por un momento, pareciera que una trama nacerá y que algo más existe tras esas vidas de los personajes – los cuales no sobrepasan los diez- algo así como un meollo que espera dejarnos boquiabiertos, muchas veces descrita en la literatura menor. No es el caso de Los deshabitados.

Un libro corto e introvertido; sin embargo, poderosamente atractivo, que, de alguna manera, nos puede ayudar a estudiar la obra de Marcelo Quiroga, no solo la obra literaria, sino toda su obra intelectual. Quizá así, poco a poco, podremos entender, antes de canonizar e inmortalizarlo en leyes o monumentos, a uno de los personajes mas interesantes del pasado siglo en Bolivia.