De espaldas a la recta, vestido de verde, con el 10 en el dorsal, a unos treinta metros del portero brasilero, Julio César Baldivieso mandó uno de esos largos y precisos pases; esta vez el pase fue directo a la red. Así era la precisión del ‘Emperador’ cuando jugaba en las canchas de Bolivia y del mundo.
Wilsterman, Bolívar, Newells, entre otros, fueron testigos de su enorme talento. Un talento basado en la inteligencia sobre la cancha o como el vasco Azkargorta lo decía: «Julio es de esos jugadores que ya tiene toda la jugada en mente, como una fotografía y sabe a quién ceder el balón para iniciar una acción de conjunto hacia el arco contrario”. A diferencia de jugadores que descansan sus virtudes en las características físicas (la velocidad, la aceleración, la fortaleza), los que siguen la línea de Baldivieso mantienen sus dotes hasta la tumba. De ahí que ‘Baldi’ tenga habilidad innata para la dirección técnica, amén del liderazgo que le caracteriza.
Su carrera como director técnico es corta, pero ya parece todo un veterano en ello. Comenzó con Aurora, un equipo que estaba condenado al descenso y que al final acabó siendo el campéon, derrotando a Blooming, en noviembre del 2008. Esa fue su carta de presentación. Con el mismo club cochabambino avanzó dos fases en la Copa Sudamericana. Y, actualmente, está en carrera en la misma competición y con el mismo club, que a decir verdad fue el único que dirigió, con la excepción de un corto tiempo en Real Potosí.
Algo tiene Baldivieso que levanta a sus jugadores. Algo tiene también que al público futbolero le agrada (no en la medida que él pregona, pero sí son muchos). Por algo fue el favorito del público en la elección previa al DT del seleccionado que finalmente cayó en manos de Xabier Azkargorta. Si decisiones como esas pasaran por las urnas, hoy Baldivieso sería el responsable de la selección.
Pero no es así, en el fútbol boliviano, las decisiones se las toma entre cuatro paredes y cuatro gatos. Y tampoco está mal que así sea, siempre y cuando los gatos sean gente responsable y algo digna. De más está decir que no es el caso. Y también está bien que Baldivieso no sea el líder de la selección. Porque a pesar de todo lo bueno que se ha dicho, se dice y se dirá de él, existe un gran pero.
El pero radica en esa su forma de ser tan particular, que tantos problemas le trajo ya desde su época de jugador. ¿Alguien recuerda los orígenes de su otro apodo ‘Chuflay’?. Donde ha ido Baldivieso, ha tenido problemas. Verdad que porque es un tipo frontal y tiene su posición, y desde ella actúa (cosa de por sí aplaudibles en tiempos como estos donde nos gusta hacer todo lo contrario a lo que predicamos). Baldivieso afirma ser víctima de su valentía. Siente que no le quieren porque alborota el gallinero del poder. Y es cierto. Pero no siempre. No siempre se le quiere perjudicar. No siempre hay planes malévolos por perjudicar su trabajo. No todos están pendientes de él. Los triunfos son mérito de su trabajo y por supuesto el de su equipo. No son triunfos épicos, a pesar de los conspiradores.
Por eso es que Baldivieso no es una buena idea para el fútbol nacional; uno que necesita de una generación de nuevos jugadores, de nuevos dirigentes, comprometidos con el fútbol; sí, un sueño. Un fútbol que no necesita héroes y victimizaciones, ilusiones falsas. Todo eso que Baldivieso representa. Todo eso que transmite a sus jugadores y que crea un circulo vicioso difícil de sortear. Qué peligroso para nuestro fútbol, donde, como en muchas otras áreas del país, una de las claves más importantes pasa por cambiar la mentalidad.